La base y la motivación para consagrarnos a Dios

¿Necesita ayuda para entender la Biblia?

Pida una Biblia de estudio gratuita que le ayudará a entender la Palabra de Dios.

Pídala ahora
Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron. 2 Corintios 5:14

En una entrada anterior hablamos del significado de la consagración y cómo entregarnos a Dios hace una gran diferencia en nuestra vida cristiana y en nuestra relación con el Señor.

Pero saber que deberíamos darnos al Señor puede que no sea suficiente. Tenemos que percatarnos de la base subyacente para nuestra consagración al Señor y la motivación para que lo hagamos voluntariamente. Si vemos estas dos cosas, nuestra consagración no será algo que hagamos a regañadientes o sin entusiasmo simplemente porque es bueno para nosotros. En cambio, será una experiencia dulce que profundizará nuestra relación con el Señor Jesús.

La base de nuestra consagración

En nuestros hogares tenemos muchas posesiones que hemos comprado. Debido a que pagamos un precio por ellas, legalmente nos pertenecen y somos sus dueños legítimos.

Pero ¿nos damos cuenta de que nosotros mismos tenemos un “dueño legítimo”? La Biblia nos dice que nuestro dueño es el Señor Jesús. En 1 Corintios 6:19-20 dice:

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo”.

Y Romanos 14:8 dice:

“Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos”.

El Señor Jesús pagó un precio tremendo para redimirnos: Su preciosa sangre, la cual derramó por nosotros en Su muerte en la cruz. En 1 Pedro 1:18-19 se nos dice:

Sabiendo que fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin defecto y sin mancha”.

Debido a que Él dio Su vida para comprarnos, ahora pertenecemos a Cristo y Él nos posee legalmente. Ésta es la base para nuestra consagración a Él.

Pero aunque le pertenecemos, el Señor aún espera que nosotros tomemos la acción de darnos a Él voluntariamente.  Él nunca nos obligará a hacer nada. Él nos dio libre albedrío y quiere que lo escojamos.

Es por esto que es crucial que veamos en estos versículos que ya no somos nuestros. Pertenecemos a Aquel que nos compró. Si vemos y apreciamos todo lo que el Señor hizo para ganarnos, reconoceremos Su derecho sobre nosotros. Esto puede llevarnos a orar: “¡Señor Jesús, gracias por pagar el precio de Tu propia sangre preciosa por mí! Gracias Señor, ya no me pertenezco a mi mismo. Te pertenezco. Tú pagaste el precio más alto por mí.  Reconozco Tu pleno derecho sobre mí. Señor, me entrego a Ti, me doy a Ti”.

La motivación para nuestra consagración

Aunque el derecho legal de Dios sobre nosotros es objetivo, también existe un aspecto muy subjetivo de nuestra consagración: el amor de Dios. A lo largo de los siglos, el amor de Dios ha atraído irresistiblemente a aquellos que lo buscan a que entreguen todo a Él. Cuando Su amor nos toca, no podemos evitar consagrarnos al Señor.

El amor de Dios se ve claramente en la muerte de nuestro Señor en la cruz por nosotros. Como pecadores no éramos dignos más que de condenación. Sin embargo, Dios vino como hombre a esta tierra y sufrió una muerte inimaginable, simplemente porque nos amaba.

En 2 de Corintios 5:14, el apóstol Pablo transmite el profundo sentimiento que experimentamos cuando nos damos cuenta de lo que el Señor hizo por nosotros:

“Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron”.

El amor de Cristo, dulce pero poderoso, tierno pero persistente, nos constriñe y nos motiva a entregarnos espontáneamente a Él. Cuando experimentamos este amor, nuestra consagración ya no se debe a que simplemente reconocemos Su derecho sobre nosotros; también es nuestra respuesta amorosa a Su amor por nosotros. Nos encontraremos espontáneamente diciéndole al Señor: “Señor, no soy digno de nada. Sin embargo, debido a Tu amor sufriste y moriste en la cruz por mí. ¡Señor, Tu amor es tan grande! Sobrepasa mi entendimiento. Te amo, querido Señor. Te doy todo lo que tengo y todo lo que soy”.

Entonces, mientras que la base sólida de nuestra consagración es que Dios nos posee, la motivación para que demos este paso es el amor de Dios que nos constriñe. Cuando experimentamos el amor de Dios, no podemos evitar responderle en amor.

Las palabras de este himno expresan la experiencia dulce de ser constreñidos por el amor del Señor a entregarlo todo a Él:

Tu fuerte amor me constriñe, Señor,
Como corriente presionando está,
Buscando abrir en mi alma un canal,
Anhela todo estorbo en mí quitar.

¿No debo yo abrirme a tal poder?
¿Y a la corriente de Tu amor ceder?
Mi Dios Tu gentileza me ganó,
Mi vida ya igual no puede ser.

Quebrántame con Tu divino amor,
Mi mente limpia y todo mi querer,
Fluye y depura toda mi afección;
Que sólo quede Tu vida en mí ser.

Así posesionado por mi Dios,
Ha de fluir desde mi corazón,
Un tierno arroyo en espontaneidad,
Lleno de gracia y el amor de Dios”.

(Puede escuchar la tonada aquí).

Que el Señor abra nuestros ojos para ver el precio precioso que Él pagó para compararnos y hacer que nos demos cuenta de que le pertenecemos. Y que seamos constreñidos por el amor de Cristo y experimentemos la dulzura de darnos a Él.

Si desea aprender más sobre la consagración y como consagrarse a Dios, eche un vistazo a estas entradas adicionales:

Todos los versículos y las notas son citados de la Santa Biblia Versión Recobro. Puede pedir una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro aquí.